La junta militar que gobierna Birmania anunció este miércoles una tregua temporal en su lucha contra los grupos rebeldes armados, cinco días después de un devastador sismo que dejó cerca de 2 mil 900 muertos en el país, donde la desesperación crece entre los supervivientes.
Su líder Min Aung Hlaing había anunciado el martes la reanudación de sus “actividades defensivas” contra los grupos rebeldes, que calificó de “terroristas”.
“No puedes pedir ayuda con una mano y bombardear con la otra”, denunció Joe Freeman, especialista sobre Birmania en Amnistía Internacional.
Julie Bishop, enviada especial de la ONU en Birmania, pidió a todas las partes “centrar sus esfuerzos en la protección de civiles, entre ellos los trabajadores humanitarios, y el suministro de asistencia”.
El alto el fuego se extenderá desde este miércoles hasta el 22 de abril “con el objetivo de acelerar los esfuerzos de ayuda y reconstrucción, y mantener la paz y la estabilidad”, informó la junta en un comunicado.
Tres importantes grupos armados de minorías étnicas anunciaron el martes una pausa de un mes en las hostilidades para facilitar el despliegue de ayuda humanitaria.
Algunas organizaciones humanitarias denunciaron que la respuesta al terremoto quedaba debilitada por los continuos combates entre el ejército y los distintos grupos rebeldes del país.
La junta publicó un nuevo balance de 2 mil 886 muertos e indicó que 4 mil 600 personas quedaron heridas en el desastre. También señaló que 373 personas estaban desaparecidas.
Más allá del coste en vidas humanas, el sismo de magnitud 7.7 causó amplia destrucción en este empobrecido país, ya castigado por cuatro años de guerra civil.
Desesperación para recibir ayuda
Antes del terremoto, la ONU calculaba que 3.5 millones de birmanos, de una población de 50 millones, vivían desplazados por el conflicto interno, muchos de ellos en riesgo de hambruna.
Periodistas de AFP observaron escenas frenéticas cuando cientos de personas desesperadas se amontonaron para recibir ayuda en Sagaing, la ciudad más cercana al epicentro del sismo.
“Nunca antes había hecho fila así para conseguir comida. No puedo expresar lo preocupada que estoy. No sé qué decir”, dijo Cho Cho Mar, de 35 años, con su bebé en brazos.
Los equipos de rescate aseguraron que una de cada tres casas quedó destruida en la localidad, afirmó la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A escasos kilómetros, en Mandalay, la segunda ciudad birmana con 1.7 millones de habitantes, la sacudida hundió numerosas viviendas, templos, hoteles y grandes complejos de apartamentos.
Las instalaciones médicas, con capacidad limitada y dañadas por el temblor, están “saturadas por un gran número de pacientes” y los suministros de comida, agua y medicina se están agotando, advirtió la OMS.
Las posibilidades de encontrar personas con vida se desvanecen con los días, pero el rescate el miércoles de dos empleados de entre las ruinas de un hospital de Naipyidó, la capital, reavivó las esperanzas.
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