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ESTUDIO CIENTÍFICO DESCUBRE QUE LA RISA CONVIERTE A LOS BONOBOS EN OPTIMISTAS

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27 de junio de 2025

La risa ayuda a ver la vida del lado positivo a los bonobos, unos simios que gracias a las vocalizaciones que hacen mientras juegan logran generar emociones que influyen en su comportamiento mutuo, sugiere un estudio.

“Se sabe que las emociones influyen en una amplia gama de funciones cognitivas, como la memoria, la atención y la toma de decisiones”, recuerda a la AFP Sasha Winkler, coautora del estudio publicado el jueves en Scientific Reports.

Sin embargo, las emociones positivas han sido menos estudiadas que los afectos negativos como el miedo, que “tienen correlatos conductuales evidentes, como la inmovilización o la huida, fáciles de observar y medir”, señala la investigadora en antropología evolutiva de la Universidad Duke, en Estados Unidos.

Según explica esta experta, este sesgo en la investigación también se debe a la “reticencia a atribuir emociones a los animales”.

La risa se considera tradicionalmente como un rasgo exclusivo del ser humano.

Sin embargo, existen muchas similitudes entre esta y las señales emitidas por otros animales durante el juego.

Los grandes simios producen vocalizaciones parecidas a la risa cuando les hacen cosquillas o durante juegos bruscos, al igual que los niños humanos.

Estas vocalizaciones comparten un origen evolutivo común con la risa humana y los científicos creen que sirven para reducir el riesgo de que el juego sea interpretado como una agresión.

En lugar de ello, serían el vehículo de un contagio emocional, un proceso por el cual señales emocionales emitidas por un individuo desencadenan estados similares en otros.

Para verificar la influencia de la risa, las autoras del estudio realizaron un experimento con bonobos del centro de estudio y conservación Ape Cognition and Conservation Initiative en Des Moines (Estados Unidos).

Empatía

Este experimento requirió ensayos durante dos a cuatro meses.

“Una de las principales dificultades era que los bonobos solo participaban si así lo deseaban: podían elegir separarse voluntariamente de su grupo para participar en las sesiones en otra sala”, relata Winkler.

Mali, una hembra bonobo de 14 años, y Teco, Nyota y Kanzi, tres machos de 12, 24 y 41 años, se familiarizaron primero con una caja negra que contenía comida y una caja blanca vacía.

Las investigadoras les enseñaron a alejar la caja blanca, que no tenía recompensa.

Luego añadieron al azar tres cajas de colores ambiguos, del gris claro al gris oscuro, que solo contenían comida en la mitad de los casos.

En algunos test, emitieron grabaciones de risas de bonobos, mientras que en otros solo reproducían el sonido del viento.

Los bonobos se acercaron a la caja negra en el 93% de los casos y a la caja blanca en solo el 1%.

Cuando se enfrentaban a las cajas grises, se acercaban más frecuentemente a las cajas oscuras que a las claras. Pero tenían tres veces más probabilidades de revisar las cajas grises cuando escuchaban risas.

“Tendían a comportarse de forma más optimista”, resumen las autoras.

Estos resultados respaldan la teoría según la cual las señales comunicativas “evolucionaron principalmente para modificar el comportamiento de los receptores, influyendo en sus estados afectivos, más que para transmitir información precisa”, afirma Winkler.

“Que el simple hecho de escuchar una risa, sin ningún contexto visual o social, pueda influir en la toma de decisiones de los bonobos muestra hasta qué punto estos efectos emocionales pueden ser amplios“, añade.

El contagio emocional se considera un componente esencial de la empatía, que desempeña un papel “importante en la evolución de los comportamientos prosociales, permitiendo la cooperación a gran escala que se observa en las sociedades humanas”, continúa la antropóloga.

“Comprender en qué momento nuestros ancestros comunes con los otros grandes simios desarrollaron estos aspectos de la empatía tiene importantes implicaciones para comprender mejor nuestra propia sociabilidad“, subraya.


© Agence France-Presse / Imagen: Martin Surbeck / Kokolopori Bonobo Research Project



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