- Desde el pasado viernes, el “Popo”, incrementó su actividad con explosiones moderadas y emisión de material incandescente, vapor de agua, gases y ceniza.
Miguel Ángel Atenco intenta seguir su vida normal vendiendo tacos, aunque ahora tiene que limpiar y barrer la ceniza del volcán Popocatépetl, en medio del temor a una explosión violenta del coloso del centro de México.
Desde el pasado viernes, el “Popo”, como se le conoce coloquialmente, incrementó su actividad con explosiones moderadas y emisión de material incandescente, vapor de agua, gases y ceniza.
“Pues seguimos con nuestras labores más que nada, nomás a la espera de ver cómo reacciona el volcán”, dice Miguel Ángel en su restaurante de la comunidad de San Nicolás de los Ranchos, en el turístico estado de Puebla.
“Hay que estar en la limpieza, tenemos que trabajar y todo está sucio”, añade resignado, tras barrer nuevamente la ceniza que cubre la acera frente al negocio.
Ciudades como Puebla o Cholula se ven por momentos envueltas en una nube gris; los vendedores de escobas hacen su agosto.
En los últimos días también ha habido tremores, señales sísmicas asociadas al movimiento de fluidos en su interior, y parte de un glosario con el que los pobladores deben familiarizarse cada vez que el volcán se vuelve a manifestar.
Los cambios en la actividad de “Don Goyo”, como también se le conoce popularmente a la montaña, provocaron que decenas de vuelos fueran cancelados el fin de semana en Ciudad de México y que las autoridades elevaran el domingo el nivel de alerta a “amarilla fase 3”.
Se trata del nivel previo al rojo de alta peligrosidad, que implicaría que, eventualmente, Miguel Ángel y miles de pobladores que viven cerca del volcán sean evacuados.
Al igual que este taquero, cientos de habitantes y militares desplegados en la zona barren continuamente el pueblo con una mezcla de nerviosismo e incertidumbre.
– Actividad caprichosa –
Aunque las explosiones y el fuego del cráter, de un rojo intenso, producen escalofríos a los lugareños, la actual fase del volcán no es distinta a las que ha tenido en distintos períodos desde 1994, cuando se reactivó tras casi siete décadas de quietud, explica Juan Manuel Espíndola, investigador del instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Este proceso no es muy diferente de los anteriores, pero claro, es de prever que pudiera derivar en un sentido más peligroso”, advierte sin embargo el especialista, al recordar que en 1997, 1998 y 2001 hubo episodios similares.
De hecho, entre junio y julio de 1997 los habitantes de Ciudad de México tuvieron que lidiar con gruesas capas de ceniza, que provoca infecciones respiratorias y suele tapar los desagües.
Los expertos están examinando a toda hora la sismicidad alrededor del “Popo”, junto con la composición de los materiales que arroja y los gases que emite para poder anticipar una situación más peligrosa.
“Es muy probable que la actividad como en otras ocasiones vaya disminuyendo con los días”, pero también que aumente y obligue a las autoridades a tomar otras medidas, señaló Espíndola.
Una de esas disposiciones sería evacuar a la población, lo que de momento no ha ocurrido. “Los volcanes tienen una actividad medio caprichosa”, subraya.
Intentando transmitir calma, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que al parecer “‘Don Goyo’ se está serenando, aunque todavía emite ceniza”.
– “Dejen bien cerrado” –
Las autoridades insisten en pedir a la gente que no se acerque al radio de exclusión de 12 kilómetros alrededor del Popocatépetl, y también el uso de cubrebocas, que algunos creían se había marchado con la pandemia.
También llaman a los pobladores a mantenerse al tanto de la información oficial en caso de evacuación.
Raymundo Mena, un voluntario de la iglesia local, intenta continuar con su rutina y recuerda la recomendación del párroco: “Si ven que está más duro, sálganse y dejen bien cerrado”.
Mena relata que bastantes pobladores se fueron durante el fin de semana. “¡Pues, qué esperaban! ¡Si el sábado y domingo, por Dios, hasta temblaban las láminas!”, cuenta, refiriéndose al techo de las casas.
Sin embargo, con toda una vida en San Nicolás de los Ranchos, tiene reservas de calma.
“No nos vamos a espantar”, dice con voz tranquila en el atrio del templo. “Mucha gente dice que ya lo vio (al volcán), que ya lo conocen. A ver, vayan a ver si conocen de veras al volcán“, dice, criticando a los escépticos.