El cónclave para elegir al nuevo Papa comenzó este miércoles (Hora local) en medio de un riguroso protocolo establecido por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, emitida en 1996 por el papa Juan Pablo II. El proceso se lleva a cabo con un objetivo claro: evitar cualquier interferencia externa mientras los cardenales eligen al próximo líder de la Iglesia católica.
Los cardenales electores, conocidos como purpurados, se hospedan en la residencia de Santa Marta, dentro del Vaticano. A las 2:00 de la madrugada, tiempo de México, participaron en una misa solemne en la Basílica de San Pedro, como parte de los ritos previos a la votación.
Por la tarde, ingresaron en procesión desde la capilla Paulina del Palacio Apostólico hasta la Capilla Sixtina, el recinto donde se realizan las votaciones a puerta cerrada. Como dicta la tradición medieval, el maestro de ceremonias pronunció el extra omnes—”todos fuera”—, marcando la salida de todos aquellos ajenos al proceso y el inicio formal del cónclave.
Cada cardenal deposita su voto en una papeleta, escribiendo el nombre de su candidato. Está prohibido votarse a sí mismo. Para ser elegido, un aspirante debe obtener al menos dos tercios de los sufragios. En caso contrario, se repiten las rondas: dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, hasta que haya un resultado definitivo.
Tras cada par de votaciones, las papeletas se queman en una estufa instalada en la Capilla Sixtina. Si el humo que emerge por la chimenea es negro, significa que aún no hay acuerdo. La señal blanca, conocida como fumata blanca, anuncia al mundo que hay un nuevo Papa.
Durante el proceso, los cardenales están incomunicados. El Vaticano ha desplegado tecnología de interferencia para bloquear señales de teléfonos, tabletas e internet. La norma prohíbe expresamente cualquier contacto con el exterior, incluyendo medios de comunicación.
Una vez alcanzado el consenso, el elegido debe aceptar el cargo y escoger el nombre con el que será conocido. Posteriormente, el cardenal protodiácono anuncia al mundo el clásico Habemus Papam desde el balcón de la Basílica de San Pedro. Entonces, el nuevo pontífice aparece ante los fieles para impartir su primera bendición Urbi et Orbi —a la ciudad y al mundo—.
Con información de Mabel Anaya