- Te presentamos aquellas narraciones que nos han aterrado durante varias generaciones.
EL RELOJ DE LA MUERTE
Quienes habitaron la Perla Tapatía a mediados del Siglo 20, se la pensaban dos veces antes de pasar por el Hospicio Cabañas.
Y es que cuenta la leyenda que por aquel entonces, en la fachada de este majestuoso edificio había un reloj de origen europeo que en un principio maravilló a todos los que lo veían.
De repente un día comenzó a fallar, quedándose detenido. Las monjas detectaron que cuando este fenómeno ocurría, misteriosamente moría alguno de los niños que ahí vivían.
La gente pronto lo bautizó como “el Reloj de la Muerte” y fue tanto el miedo que causó que finalmente lo quitaron y debió ser destruido.
Hasta la fecha hay quienes aseguran haber escuchado las voces de los niños que fallecieron a causa de ese fatal reloj.
LA MONJA DEL HOSPITAL CIVIL
Al igual que los panteones, en los hospitales a diario se trata de frente con la muerte y en la capital Jalisciense está uno de los más antiguos del país: el Hospital Civil de Guadalajara “Fray Antonio Alcalde”.
En este lugar trabajó Sor Manuela Lozano Mendoza, una mujer que por su dedicación y entrega se convirtió en jefa de enfermeras.
“Manuelita”, como le decían de cariño los pacientes y sus compañeros, falleció víctima de cáncer, y amaba tanto su oficio, que hay quienes aseguran que su alma sigue en ese lugar.
Muchos enfermos que se internaron en el Hospital Civil comenzaron a vivir la misma experiencia: por las noches, una monja muy amable los revisaba.
La leyenda dice que “Manuelita” vela por los pacientes más enfermos, aquellos que ya están en coma o padecen un estado de enfermedad muy avanzado y hasta habla y reza con ellos. Y quienes hablan con ella, viven para contarlo.
LEYENDA DEL CHARRO NEGRO
Se dice que hace muchos años, en cierto pueblo existió un joven humilde que añoraba estar igual de bien vestido que sus paisanos de la clase pudiente.
Como sus padres nunca pudieron cumplirle ninguno de sus caprichos, prefería comprar sombreros y demás atuendos de charro, en lugar de comida, por lo que fueron muchas horas las que pasó hambre.
Al paso de los años, fallecieron sus progenitores y él seguía trabajando horas y horas, con las manos sucias con muchas ampolladas y pocas monedas, y se hartó de su pobreza a tal grado, que llegó al extremo de invocar al diablo para pedirle riqueza.
Ni tardo ni perezoso, el rey del infierno lo tentó con inmensas cantidades de dinero a cambio de su alma; el joven, confiado por no haberse asustado, aceptó la macabra oferta.
Gastaba y gastaba billetes en mujeres, vino, apuestas y, por supuesto, trajes lujosos; y aunque al envejecer el dinero no se había agotado, comprobó que las “amistades” sólo le hablaban por interés y la soledad le oprimió el pecho.
Y fue uno de esos días tristes cuando regresó Lucifer; el charro ya había olvidado aquel desafortunado pacto y el terror se apoderó de todo su ser: ya no era joven, tampoco valiente, por lo que intentó esconderse y llenó de cruces toda la hacienda que compró con dinero sucio.
Hasta mandó construir una capilla, pero la conciencia no lo dejaba dormir ni disfrutar sus últimos días de vida, y estando más desesperado que aquel día en que abarató su espíritu, tomó el mejor de sus caballos, una bolsa llena de monedas de oro y huyó, creyendo estar “protegido” por la oscuridad de la noche.
Por supuesto que Satanás se molestó por el incumplimiento y lo maldijo, con todo y el inocente equino, a cabalgar eternamente por las tinieblas, ofreciendo monedas de oro a jóvenes desesperados, cómo en algún momento lo fue él.
Cuenta la leyenda que muchos lo han visto, desde los Altos de Jalisco hasta Tuxpan, siempre cuando el sol se está ocultando y las calles comienzan a quedarse vacías, portando un elegante conjunto de charro color negro, con adornos de oro o plata.
Y se dice que ofrece monedas y aquellos que las han aceptado, nunca más se les ha vuelto a ver. Por eso, los padres cuentan a sus hijos más pequeños que:
“De impecable traje negro y sombrero de ala ancha? Va llegando el Charro Negro, sonriendo a Guadalajara”.
LA MUJER DE AVENIDA LÁZARO CÁRDENAS
Desde que fue construida, desgraciadamente son frecuentes los accidentes mortales registrados sobre la avenida Lázaro Cárdenas.
Cuenta la leyenda que en el tramo que conecta con la salida a Chapala, una gran cantidad de los percances nocturnos ocasiona una aterradora figura femenina que se aparece de entre la niebla.
Hay quienes lograron esquivarla y vivieron para contarlo, pero al mirar por el retrovisor, la mujer simplemente desaparece.
Otros aseguran que la han atropellado y al bajarse para brindarle ayuda, no encuentran un sólo indicio de ella, pese a sentir el cuerpo bajo las llantas.
Se dice que fue asesinada por el conductor de un camión de carga y busca venganza.
LA TUMBA DE NACHITO
La tumba más famosa de Guadalajara está en el Panteón de Belén y pertenece a Ignacio Torres Altamirano, un niño que le tenía pavor a la oscuridad y a espacios reducidos, a tal grado que dormía con las luces encendidas y ventanas abiertas.
Falleció cuando apenas tenía cinco añitos, y dicen que su repentina muerte se dio porque olvidaron iluminar su habitación una noche fatal de 1882.
Días después de ser sepultado, un velador notó que el ataúd estaba fuera de la tumba y creyó que algún bromista quería asustarlo y volvió a enterrarlo.
Pero lo mismo ocurrió durante los días siguientes hasta que se contactó a la familia del menor para notificarles el extraño fenómeno.
Los padres comprendieron el mensaje que su pequeño hijo mandaba desde el “más allá”: seguía temiendo a la oscuridad y a los lugares cerrados y por esa razón, la familia Torres Altamirano adaptó la tumba para que el ataúd quede por fuera, como se encuentra hoy en día.
Conocido como “Nachito”, año tras año recibe muchos juguetes y hasta dulces que le llevan los niños como muestra de amistad. Hay quienes aseguran haberlo visto jugar, y se dice que si alguien se atreve a llevarse uno de sus juguetes, debe regresarlo de inmediato, de lo contrario lo perseguirá “la mala suerte”.