En plena temporada vacacional, cuando muchos identifican la Semana Santa con escapadas a la playa o reuniones familiares, la Iglesia católica recuerda el verdadero sentido de este tiempo litúrgico: un periodo de preparación espiritual que culmina con la celebración más importante del calendario cristiano, la Pascua.
“El tiempo de Cuaresma son 40 días de preparación para celebrar de la mejor manera la pasión, muerte y resurrección de Cristo nuestro Señor. Si le quitamos esos días santos, la Cuaresma pierde sentido”, explicó el capellán Ricardo González Moreno, durante una entrevista en el noticiero Jalisco Noticias.
El sacerdote enfatizó que, aunque las formas han cambiado con los años, el propósito sigue siendo el mismo: invitar al recogimiento, al sacrificio y a la introspección. “Hoy cambian las cosas, claro que han cambiado, pero la intención debe mantenerse: prepararnos espiritualmente. Quizás para muchos son los únicos días que tienen para descansar, pero como creyentes, no debemos perder de vista el sentido profundo de estas fechas”, agregó.
Sacrificio para recordar que somos efímeros
Uno de los aspectos centrales de la Cuaresma y la Semana Santa es el sacrificio. En el pasado, este se vivía con mayor rigor, incluso prohibiendo la risa, los juegos o ciertos alimentos. Sin embargo, González Moreno subraya que más allá de las prácticas estrictas, lo importante es la conciencia del paso fugaz por esta vida.
“El sacrificio tiene como objetivo recordarnos que somos polvo y al polvo volveremos. Somos peregrinos, vamos de paso. Y un día, según nuestra fe, daremos cuentas a Dios de lo que hicimos”, dijo. En este sentido, el ayuno, la abstinencia o los pequeños esfuerzos que cada persona elige—como dejar el refresco o el cigarro—tienen un valor espiritual, más que físico.
Jueves, Viernes y Sábado: los días más sagrados
La Semana Santa llega a su punto culminante con el llamado Triduo Pascual, que comienza la tarde del Jueves Santo con la celebración de la Cena del Señor, donde se conmemora la institución de la Eucaristía y el sacerdocio, así como el mandamiento del amor: el gesto de Jesús lavando los pies a sus discípulos.
El Viernes Santo se recuerda el camino de Jesús hacia la cruz con el tradicional viacrucis por las calles de los barrios y pueblos. No obstante, el capellán hizo una recomendación clara: “Si por ir al viacrucis usted termina insolado o sin ganas de asistir a la celebración litúrgica de la tarde, mejor no vaya. La celebración de la pasión del Señor por la tarde es mucho más importante”.
El Sábado de Gloria, por su parte, se mantiene en silencio litúrgico hasta la noche, cuando se celebra la Vigilia Pascual. Es entonces cuando se canta nuevamente el Gloria, después de haber sido omitido desde la tarde del Jueves Santo. “Se cierra la gloria y se guarda ese silencio. Solo en la noche del sábado vuelve el júbilo, al celebrar que Cristo ha resucitado”, explicó el sacerdote.
No olvidar lo esencial
La visita a los siete templos, el ayuno, la abstinencia, las misas y las procesiones son signos visibles de una intención más profunda: acompañar a Jesús en su entrega, muerte y resurrección. “Quizás hoy muchos usan estos días para vacacionar, pero como creyentes, no debemos olvidar lo esencial: vivir con sentido cada uno de estos días”, concluyó el capellán.
La Semana Santa, en su sentido más profundo, no es una pausa para la diversión, sino una oportunidad para el silencio, la conversión y la esperanza. Para la fe católica, no hay mayor fiesta que la Pascua: el triunfo de la vida sobre la muerte.