Hace un año, la vida de Toñito pendía de un hilo. Fue lanzado desde un auto en movimiento y, antes de que pudiera reaccionar, dos perros lo atacaron. Sufrió fracturas en la quijada y cadera, pero su historia no terminó en tragedia. Gracias al refugio Buenos Chicos, recibió cuidados, terapias y mucho amor. Hoy es un perro alegre y cariñoso, listo para encontrar un hogar definitivo.
Historias como la de él son el corazón del refugio Buenos Chicos, que desde hace 11 años ha dedicado su labor a rescatar, rehabilitar y brindar nuevas oportunidades a perros en situación de maltrato y abandono. Luz Aguirre, encargada del lugar, explica que muchos de los animales llegan en condiciones lamentables, víctimas de la negligencia y crueldad humana.
“Nosotros hemos visto que los mismos dueños los maltratan, entonces aquí lo que hacemos es rehabilitarlos, hacerles su protocolo: cuentan con vacunas, esterilización, desparasitación, y los preparamos para que busquen una familia”, señala Aguirre.
El refugio atiende a aproximadamente 220 perros, distribuidos en 11 jaulas organizadas en manadas de entre 10 y 20 animales. Algunos de ellos son perros mayores, por lo que el refugio ha implementado la “adopción por un día”, una iniciativa que permite a las personas compartir tiempo con un perro sin la obligación de una adopción definitiva.
El trabajo en Buenos Chicos comienza desde las 7:00 a.m., con la limpieza de los espacios y la atención de los perros. Sin embargo, la labor de rescate y rehabilitación requiere apoyo constante. Por ello, hacen un llamado a la comunidad para sumarse como voluntarios o donar insumos esenciales como escobas, recogedores, cloro y alimento.
“Nuestro refugio está en Orquídeas 370, en la colonia Vicente Guerrero. Si alguien nos quiere apoyar, cualquier ayuda es bienvenida”, concluye Aguirre.
Cada perro que llega a Buenos Chicos busca una segunda oportunidad, una esperanza de amor y compañía. Y Toñito es el mejor ejemplo de que el rescate y la rehabilitación pueden transformar vidas.
Con información de Karina Lomelí.