- La lava incandescente baja por una pendiente de acero rodeada de arena negra e ilumina la sala como si el sol estuviera saliendo. El calor es tal que los espectadores tienen que sacarse las chaquetas.
Sentados en cómodos sillones, los visitantes contemplan de cerca una colada de lava fluida, en una experiencia que se presenta como única en una sala de espectáculos de Reikiavik, la capital de Islandia.
En medio del espacio, organizado como una sala de cine, se sitúa una estructura en forma de tobogán con columnas de basalto. Medio centenar de visitantes, en su mayoría turistas, se instalan.
De manera intencionada y con toda una elaboración mediante, el espectáculo permite “experimentar la verdadera lava líquida en el interior de un edificio”, explica el presentador, Iain MacKinnon.
Tras unos minutos de explicación sobre el origen del proyecto y la vulcanología de Islandia, un documental muestra las erupciones volcánicas más importantes en la isla en los últimos siglos.
Luego llega el momento más esperado: “Hace casi 5.000 años que la lava no fluye en Reikiavik… Hasta ahora”.
Espectadores hipnotizados
La lava incandescente baja por una pendiente de acero rodeada de arena negra e ilumina la sala como si el sol estuviera saliendo. El calor es tal que los espectadores tienen que sacarse las chaquetas.
Al final del recorrido, el líquido crepita cuando entra en contacto con unos bloques de hielo, y a medida que va enfriándose parece como si se rompiera cristal.
“Es realmente muy bonito“, aseguró Jasmine Luong, una australiana de 28 años. “Entiendo por qué mucha gente se siente atraída por las erupciones, pero claro, no podríamos acercarnos tanto en un espacio natural normal. Aquí es mucho más seguro“.
En algunas ocasiones, como el pasado agosto, cientos de miles de personas pudieron observar las coladas incandescentes cerca del monte Fagradalsfjall, a unos 40 km de la capital islandesa. Pero no todas las erupciones volcánicas en la isla son tan inofensivas.
Durante el espectáculo, aunque se nota el olor característico de la lava, ya no hay gases tóxicos porque el líquido se ha recalentado varias veces.
Para que la lava de verdad fluya en la sala, se han recuperado 600 kilos de fragmentos de rocas expulsados durante una erupción cerca del Katla, uno de los volcanes más peligrosos de Islandia, cuya última explosión fue en 1918.
“La calentamos hasta su punto de fusión, que es alrededor de 1.100 ºC. Luego se funde. Y la vertemos en la sala”, explica Júlíus Jónsson, cofundador junto a su esposa del “Lava Show“, que desde 2018 atraía a los curiosos a Vik, una turística localidad en el sur de la isla, antes de instalarse también en Reikiavik.
Junto a la sala, se encuentra un inmenso horno para fundir metal, modificado para las necesidades del espectáculo y alimentado con metano.
La idea de estas representaciones surgió en la cima de un glaciar, al observar las efusiones de lava del Fimmvörduháls, la pequeña erupción que precedió a la del Eyjafjallajökull, en 2010, y que paralizó el tráfico aéreo de una buena parte de Europa.
Con información de © Agence France-Presse