En medio del ruido de taladros, maquinaria y claxonazos impacientes, Danna se convierte en una figura de resistencia cotidiana.
A las 4:30 de la mañana, cuando la ciudad aún duerme en silencio, Danna ya está despierta. Una ducha, ropa de trabajo, desayuno exprés. A las 5:30 ya está en camino: tren ligero, combi, y finalmente, a las 7 de la mañana comienza su faena bajo el sol y el ruido del concreto roto. Tiene solo 21 años y desde hace un mes es banderera en las obras viales de Camino Real a Colima, una de las zonas más congestionadas del sur de la ciudad.
“No solo damos el paso a los carros”, dice, con voz serena. “También limpiamos, levantamos escombro, dejamos todo en orden cuando se termina la obra”.
Danna vive en la colonia Mesa Colorada, en Zapopan, y trabaja en la obra junto a su mamá. Ambas se han ganado su lugar en un gremio históricamente masculinizado. “A mí me gusta trabajar en obra”, afirma.
En el tramo donde labora debe agilizar el tráficopara automovilistas apresurados. Aguanta el sol, el humo, las prisas ajenas. Pero hay algo que le cuesta más: el desprecio. “Entiendo que se desesperen por el tráfico, pero lo único que pedimos es que respeten el señalamiento... y que no nos mienten la madre, porque al final este es mi trabajo”.
No es solo una banderera. Es una mujer joven que madruga, que camina la ciudad, que organiza el caos con una bandera naranja y una voz firme, y que pide, con dignidad, un poco de respeto.
Y aunque el tránsito se detenga, su historia —y su coraje— siguen avanzando.
Con información de Alejandra Lozano.