- La campaña electoral destaca por la exhibición de telas artesanales y bordados coloridos.
Que no sea un “disfraz” de campaña, dice Trinidad González en su taller textil casero de trajes indígenas que visten las candidatas punteras a la presidencia de México, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
Esta artesana de 55 años y su madre, Martina Cruz, son depositarias de una antigua tradición, el telar de cintura, con el que tejen prendas como las que usan las aspirantes en una suerte de batalla cultural.
“Que no caigan en portarlas como un disfraz o como una forma de llamar la atención”, dice Trinidad a la AFP en El Mejay, pequeña comunidad del estado de Hidalgo (centro) donde su familia lucha por ampliar el legado.
La campaña para las elecciones del 2 de junio está marcada por el desfile de deslumbrantes telas de hechura artesanal y coloridos bordados.
Gálvez, exsenadora de centroderecha de origen indígena, de 61 años, luce estas prendas desde que incursionó en la política en 2000, utilizando cortes originales, de líneas rectas y amplias.
Sheinbaum, su rival de izquierda y exalcaldesa de Ciudad de México, también de 61 años, viste estos textiles optando por diseños ajustados, aunque desde tiempos más recientes.
“Es muy positivo que los textiles mexicanos estén en el primer plano de la arena política para que haya mayor apreciación de nosotros los ciudadanos”, comenta la antropóloga Marta Turok.
Pero este despliegue también es parte del “juego electoral”, en el que “si las personas se identifican con las candidatas hay posibilidades de una mayor de votación”, apunta Andrés Vidal, doctor en antropología social de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Frida Khalo, pionera
A sus 83 años, Martina Cruz, una indígena de sonrisa fácil, sigue tejiendo los soberbios textiles por los que es reconocida internacionalmente.
“Eso me gusta mucho”, afirma sobre el protagonismo de estos diseños en la contienda electoral, especialmente por parte de Gálvez, también originaria de Hidalgo y con raíces en la etnia hñahñu, a la que pertenece Martina.
Sin embargo, se reserva sus preferencias políticas. “A mí nadie me cae mal”, expresa mientras teje con hilos azul y crudo una prenda cuya fabricación requiere hasta ocho meses para ser vendida por el equivalente a 1,000 dólares.
Turok, experta en arte popular, refiere que la pintora Frida Khalo fue la primera personalidad en vestir ropas indígenas, mientras en la política la pionera fue María Esther Zuno, esposa del expresidente Luis Echeverría (1970-1976).
“La política mexicana es un reflejo de la sociedad y (al principio) les daba vergüenza, reflejo de la discriminación y racismo”, comenta la antropóloga.
Pero con el tiempo los diseños indígenas cobraron popularidad y prestigio, pues pueden valer miles de dólares.
Mientras enseña un traje de gala de Oaxaca confeccionado hace 80 años, Turok celebra que de las “primera damas” se haya pasado a las candidatas.
En el arranque de campaña, el 1 de marzo, Sheinbaum lució un vestido marrón rojizo, color de su partido. “Es una prenda intervenida”, señala Turok sobre el colorido textil oaxaqueño incorporado en el frente.
Gálvez portó una túnica rosada de brocados claros. “Es una blusa de un solo lienzo, posiblemente de Chiapas”, añade.
¿Apropiación cultural?
Como senadora, Gálvez promovió en 2021 la adopción del Día del Huipil, que celebra el 7 de marzo esta prenda tradicional entre los indígenas mesoamericanos.
“Nunca le regateen el precio de un huipil a una mujer indígena”, aconseja la opositora en un video en el que muestra su amplia colección, incluidos modelos de seda que según Turok costarían hasta 5,000 dólares.
Sheinbaum tiene un espacio donde guarda sus prendas indígenas y otras artesanías que le regalan en sus recorridos, según una fuente de su campaña.
“Venimos a visitar un lugar donde se hacen estos maravillosos textiles”, afirma la candidata oficialista mientras observa, de rodillas, el trabajo de una mujer de Guerrero (sur).
En medio de la campaña se cuestiona si esto representa una apropiación cultural, en este caso con fines políticos.
“No lo considero así. Apropiación cultural indebida es llevar un textil a otro país para que lo reproduzcan (…). Si nos vamos a poner (a decir) quién sí puede y quién no puede usar (estas ropas) va a ser un cuento de nunca acabar”, argumenta Turok.
Pero Vidal ve propósitos electorales. “El político, no solo en México, se encuentra cotidianamente alejado del votante. Una forma de llegar a él es haciendo simbiosis mediante el uso de cierto tipo de indumentaria”, explica.
El prestigio de los textiles mexicanos ha llevado a que grandes casas de moda supuestamente los plagien, según el gobierno, que ha entablado querellas contra firmas como Ralph Lauren, Carolina Herrera, Zara o Shein.
El colorido desfile de campaña ha llevado nuevas clientas a la tienda que Alfonso Girón, originario de Chiapas, tiene en un mercado capitalino.
“Llegan a decir: ‘Oiga, yo vi en la televisión que la candidata estaba vistiendo esta prenda y la estoy buscando”, pero cada huipil es “único”, relata.