Mientras el mundo enfrenta conflictos bélicos, crisis migratorias y una creciente polarización política, en El Vaticano se alista una elección clave: este miércoles 7 de mayo, 133 cardenales de más de 70 países se reunirán en Cónclave para elegir al próximo Papa, sucesor de Jorge Mario Bergoglio, conocido mundialmente como el Papa Francisco.
Aunque se trata de un proceso interno de la Iglesia católica, los efectos del nombramiento trascienden el ámbito religioso. Más allá de ser líder espiritual de más de mil 400 millones de católicos —entre ellos más del 70 por ciento de la población mexicana—, el Papa es también una figura política influyente en el escenario internacional.
“El Papa no sólo dirige una religión; es un jefe de Estado con un peso político y simbólico enorme”, explica Fabián Acosta Rico, profesor e investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Guadalajara, y miembro del Centro de Estudios de Religión y Sociedad. “Aún si uno no profesa la fe católica, lo que suceda en El Vaticano esta semana marcará tendencias ideológicas que se harán sentir en muchas partes del mundo”.

¿Habrá continuidad con Francisco?
Para Acosta Rico, el legado del Papa Francisco podría mantenerse, gracias a que el 80% de los cardenales con derecho a voto fueron designados por él. “Eso nos habla de una mayoría afín a sus ideas, más cercanas al progresismo que al conservadurismo tradicional”, señala.
En un contexto global marcado por la guerra en Ucrania y Palestina, el ascenso de gobiernos de derecha y los desafíos éticos de las nuevas tecnologías, los expertos coinciden en que el próximo Papa deberá posicionarse como una figura conciliadora, abierta y con sensibilidad ante los derechos humanos.
Heriberto Vega Villaseñor, investigador del Centro Universitario de Tonalá y también miembro del Centro de Estudios de Religión y Sociedad, destaca el simbolismo político del papado de Francisco: “Abrió puertas al bendecir a parejas homosexuales, lavar los pies de mujeres en prisión y condenar el discurso antimigrante de líderes ultraderechistas. Todo esto representa una ruptura con siglos de rigidez en la Iglesia”.
El reto ahora, dice, será “si el nuevo Pontífice decide seguir profundizando esa brecha de apertura o si prefiere regresar a lo convencional”.

¿Y un Papa mexicano?
Aunque dos cardenales mexicanos —Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega— participarán en la votación, sus posibilidades de ser elegidos son, según los especialistas, escasas. Las apuestas están puestas en perfiles como el italiano Pietro Parolin o el filipino Luis Antonio Tagle, ambos considerados progresistas cercanos a la visión de Francisco.
Para Acosta Rico, la posibilidad de que un cardenal conservador alcance el papado es baja, aunque no imposible. “La mayoría no se alinea con la derecha tradicionalista, pero los dos mil años de tradición pesan… y le pesaron también a Francisco”.
En un momento donde el mundo parece encaminarse a nuevas fracturas políticas y sociales, el próximo Papa tendrá ante sí la disyuntiva de continuar con el espíritu reformador de su antecesor o dar un giro hacia posiciones más ortodoxas.
El humo blanco está por alzarse. Y con él, la dirección futura de una de las instituciones más influyentes del planeta.