Mucho antes de ser elegido como líder de la Iglesia católica, el Papa León XIV ya conocía las calles del Centro tapatío, la parroquia de Santa Rita en Chapalita y hasta el proceso de elaboración del tequila.
Corría el año 2010 cuando Robert Francis Prevost, entonces Prior General de la Orden de San Agustín, visitó Guadalajara en un viaje pastoral que lo acercó a la comunidad agustina del occidente del País.
Fue recibido por el padre Sebastián Ortega, misionero agustino y viejo amigo suyo, quien recuerda con claridad los días que pasaron juntos en la ciudad.
“Yo me ordené en 1993 y en enero del 94 fui a Perú. En el aeropuerto nos estaba esperando, sin conocernos aún, el padre Robert Prevost”, cuenta Ortega, quien en ese entonces iniciaba su labor en la diócesis de Chulucanas, en el norte peruano.
Prevost, hoy Papa León XIV, fue el encargado de orientarlo en sus primeros pasos misioneros. Años después, el destino volvió a reunirlos en Guadalajara.
“En el 2010 estuvo aquí con nosotros en Chapalita, en Santa Rita. Estuvo todo un fin de semana. Lo llevamos al centro, a conocer la Catedral, nuestro templo de San Agustín junto al Degollado… También lo llevamos a Tequila”, recuerda con una sonrisa.
Fanático del volante, Prevost incluso pidió manejar hasta el Pueblo Mágico jalisciense. “Le encanta manejar. Le dimos las llaves y tomó el carro como si fuera suyo, como si lo conociera”, relata Ortega.
Quienes lo conocieron en ese entonces lo recuerdan como una persona cercana, sencilla, con gusto por la convivencia y los detalles cotidianos. Hoy, convertido en el Papa León XIV, esas memorias adquieren un nuevo valor entre los fieles tapatíos.
“Es una persona como cualquiera, cercana a su gente”, resume Sebastián Ortega. Desde Jalisco, ya hay creyentes que lo siguen con fe y orgullo.
Con información de Neghit Delgado.