En Mandalay, edificios de viviendas y templos quedaron reducidos a escombros. Por cuarta noche seguida, cientos de residentes durmieron al raso, en tiendas de campaña o simplemente cubiertos por mantas en medio de calles y carreteras.
Ubicada el centro de Birmania y muy cerca del epicentro del terremoto que golpeó la región, Mandalay, es la segunda ciudad del país con 1,7 millones de habitantes.
“No me siento seguro. Hay edificios de seis o siete plantas inclinados junto a mi casa y pueden colapsar en cualquier momento”, dijo a AFP Soe Tint, un relojero.
En una sala de exámenes, donde parte del edificio se derrumbó sobre cientos de monjes que realizaban una prueba, las bolsas repletas de libros de las víctimas seguían sobre una mesa en su exterior.
Camiones de bomberos y maquinaria pesada estaban aparcados frente al pabellón, en el que trabajaba un equipo de rescate llegado de India.
El hedor es “muy intenso”, dijo un oficial indio. En varios lugares de la ciudad, el olor a putrefacción de cadáveres empieza a ser acusado.
Un crematorio en las afueras de la ciudad ha recibido ya cientos de cuerpos y esperan muchos más a medida que los equipos de rescate los saquen de entre los escombros.

Asistencia internacional
Antes del sismo, Birmania llevaba cuatro años de guerra civil provocada por el golpe militar de 2021 contra el gobierno civil de la nobel de la paz Aung San Suu Kyi.
La ONU calcula que al menos 3.5 de sus 50 millones de habitantes fueron desplazados por el conflicto, muchos de ellos en peligro de hambruna.
Aunque la junta asegura que intenta responder al desastre lo mejor posible, en los últimos días emergieron reportes de bombardeos de los militares contra grupos armados rivales.
La enviada especial de la ONU para Birmania, Julie Bishop, pidió el lunes el cese de hostilidades a todas las partes para centrarse en proteger y suministrar ayuda a los civiles.
En un gesto muy inusual, el jefe de la junta, Min Aung Hlaing, lanzó pedido de ayuda internacional, rompiendo la costumbre de otros dirigentes militares birmanos de rechazar la asistencia exterior ante este tipo de desastres.
Más de mil socorristas de países como China, Rusia e India volaron al país y, según los medios estatales locales, casi 650 personas fueron sacadas con vida de entre los escombros.