- Los tamales del 2 de febrero que dan color a La Candelaria tienen su origen durante la colonización de América y, milagrosamente, sobrevive hasta nuestros días.
Cuatro semanas después de partir la rosca, a quienes les “salió el monito” deberán saldar cuentas el día 2 de febrero y llevar tamales a la oficina, a la casa de los abuelos, de la tía consentida o cualquier otro lugar donde hayan celebrado el Día de Reyes, el 6 de enero.
Muchos se preguntan cuál motivo une a estas dos fechas, pero sobre todo, ¿por qué se determinó festejar el Día de la Candelaria con tamales?
Al igual que la llegada de Melchor, Gaspar y Baltazar, se trata de una celebración católica que se estableció en México desde los primeros años de la época colonial, y tiene su origen en Tenerife, España, donde según los relatos apareció la Virgen de la Candelaria en 1392.
Diversos historiadores religiosos ubican este acontecimiento en el siglo IV, aunque otros aseguran que en la época de la Antigua Roma hubo una primera aparición.
La celebración se refiere al rito de purificación de la madre de Jesús y marca el fin de la Navidad -representada con el nacimiento del Niñito Dios-, debido a que se cumple el periodo de cuarentena de la Virgen María.
Y es que en aquel entonces, en el Pueblo de Israel existía la Ley de Moises, la cual exhortaba que toda mujer que diera luz a un varón debía acudir a un templo para “purificarse de la mancha legal (devolver al cuerpo su pureza)” y ofrecer el primogénito a Dios, en un plazo de 40 días.
Una vez que José y María llegaron al templo, Jesús fue reconocido como la “Luz del Mundo”; a esta manifestación se le conoció como “Festa candelarum” o “Fiesta de las candelas”.
Al ser de origen oriental, en un principio se celebraba el 15 de febrero, 40 días después de la Epifanía (6 de enero, Día de Reyes), fecha que, antes del Siglo IV, fue establecida como el nacimiento de Jesús; al cambiarse por el 24 de diciembre, en Occidente se conmemora el 2 de febrero, 40 días después de Navidad.
La Epifanía se representa en la Rosca de Reyes: la figura del niño oculta entre el pan simboliza cuando Jesús y María escaparon a Egipto para salvar a su hijo de aquellos que no reconocían la condición mesiánica del pequeño Jesús.
Por esta razón, en el rito de partir la rosca quien encuentra el muñequito adquiere la distinción de apadrinar al niño Jesús en el Día de la Candelaria y debe llevar el alimento para la reunión de celebración con los familiares y amigos.
LOS TAMALES
De acuerdo con las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún, en tiempos prehispánicos los últimos 20 días del calendario mexica coincidían con el inicio de febrero, periodo en el cual se realizaban ofrendas a Tláloc, Quetzalcóatl y Chalchiuhtlicue como parte del inicio del ciclo agrícola.
En aquellas ceremonias destacaban los tamales de hierbas semiamargas y, para facilitar la conversión al catolicismo de los pueblos nativos, los evangelizadores fusionaron algunas costumbres paganas con las católicas, incluyendo en gran medida la gastronomía de muchas etnias mesoamericanas.
Con el paso de los años se les añadió carne de cerdo o pollo a los tamales y mucho después levadura química. Actualmente existen más de 500 variedades, se preparan de distintas maneras en cada región del país y suelen envolverse en hojas de elote o plátano. Entre los más populares están los dulces, salados, en salsa roja o salsa verde, oaxaqueños, de chaya (sureste) y zacahuil (zona de la Huasteca).
No debemos olvidar que otro ingrediente que da identidad a La Candelaria es el atole, bebida también de origen prehispánico, preparada originalmente con maíz, agua y piloncillo y azúcar, y que ahora ofrece gran variedad de sabores.
Aquellos feligreses que tienen su propia figura del Niño Dios, acostumbran vestirlo con distintos ropones. Otros fieles llevan al templo velas y cirios para que sean bendecidos y las encienden apenas llegan a sus casas.
Algunas comunidades campesinas aprovechan esta fecha para también celebrar el “Día de la Bendición de las Semillas”, honrando la herencia prehispánica milenaria, y seleccionan sus mejores granos para llevarlos a bendecir, o bien, rezan en el campo y ruegan a la virgen tener buenas cosechas durante todo el año, encienden las candelas y en la tierra esparcen la cera derretida.
FESTEJOS
Un sitio que se ha apropiado fervientemente de esa tradición es Xochimilco, en el sur de la Ciudad de México, donde la emblemática imagen del Niñopan recorre los barrios de la localidad, una vez que concluye la misa.
En el caso de Jalisco destaca la “Caravana de la fe”, que tiene como destino final la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos, ciudad considerada como el segundo centro religioso de mayor afluencia turística del país, después de la Ciudad de México.
Cada año, a esta congregación, que data desde 1930, asisten alrededor de dos millones de peregrinos. Consiste en un novenario dedicado a la Virgen de San Juan, que inicia el 25 de enero y concluye el 2 de febrero.
Muchos de los fieles emprenden su camino a pie o en bicicleta, sin importar desde dónde inicien: Guadalajara, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Michoacán, Zacatecas y San Luis Potosí.
Al entrar a esta ciudad de los Altos de Jalisco, los peregrinos, que son conocidos como “sanjuaneros”, son recibidos por los danzantes y las bandas de guerra. Como antecedente están las “Fiestas de los Arcos”, que de acuerdo con datos religiosos, data desde 1685.
Además de México, esta festividad se celebra en otros países de Latinoamérica como Perú, donde es Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad desde 2015, destacando las 100 danzas mestizas de la ciudad de Puno.
En la localidad de Carelmapu, Chile los buzos acompañan a la virgen en la procesión para que les permita regresar a casa sanos y salvos, mientras que en Copiapó se realizan bailes religiosos, convocando hasta 150 mil feligreses en los alrededores del templo.
En El Salvador, la Virgen de Candelaria es patrona del pueblo Jucuarán, mientras que en Cuba se realiza la tradicional procesión en ciudades como Morón, Consolación del Sur y Pinar del Río.